Aún recuerdo a mi abuelo, quien sigue estando presente en mí y en mis pinceles.
Siempre tengo en mente como un día tras ver un atardecer de fuego, él me mostró en una hoja de cuaderno y con témperas cómo se preparaban esos colores tan intensos. En ese entonces era un niño y se trataba de los inicios de lo que se convertiría en mi vida. Era como una semilla que fue creciendo y madurando con el tiempo, teniendo en su pincel aún el espíritu de su maestro. Además es algo cíclico, porque algún día esa semilla dará frutos que serán representados en otras semillas.