Todos los días en las últimas horas de la tarde, entre las 4:30 y las 6 un rayo de luz entra por mi ventana, siendo a veces un poco molesto porque ese reflejo de luz siempre me da en los ojos.
Poco a poco el día muere y es inevitable sentir nostalgia, por alguna razón. Este un momento de silencio notificado mediante una luz que ciega, un limbo que marca el momento antes de que la oscuridad domine a la luz. Como si la luz agonizase y diera un último suspiro intenso de vida que me ciega mientras me desmorono en la sombra de las cortinas.